Cuando la imagen vende
Eurovision, aparentemente un formato caduco y obsoleto... ya no resulta nuevo. Sencillamente ya no impacta. Darwin dijo, no sobreviven ni los más fuertes ni los más inteligentes, sino los que mejor se adaptan...
Y Eurovision un año más, ha estado en boca de millones de personas por el impacto de la imagen de la cantante del país ganador y del escenario del país anfitrión... libertad de expresión.
La ganadora, Conchita Wurst, con su barba postiza no dejo indiferente a nadie, y menos con el contraste de su vestido de lentejuelas de corte sirena con cola y melena suelta negra. Una imagen personal atrevida y transgresora trabajada con delicadeza y con una puesta en escena impecable (naturalidad) por el travestí Thomas Neuwirth, que le ha llevado ha ganar Eurovision.
La apuesta por crearse una identidad a través de un producto le ha dado el premio buscado a Conchita. Cabe destacar que este premio no ha sido inminente sino que le ha llevado un año de pruebas a decidirse de llevar barba o no, en cada una de sus representaciones. Investigación, preparación, pruebas e integración la han llevado a su definitiva imagen artística.
El impacto de su imagen, guste o no, ha jugado a favor de Conchita a conseguir su objetivo y reto, ganar Eurovision. La imagen VENDE.
Por ello, tampoco dejó indiferente el espectacular y glamuroso escenario propuesto en los pabellones B&W de Copenhagen, jugando en contra el elevado coste del mismo.
¿Estará buscando algo más Copenhagen?
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